lunes, 25 de noviembre de 2013

La mesa del comedor

                                                              No . sin . Ti
Repasaba al mediodía la superficie de la mesa familiar, bajé a los bordes con minuciosidad, en ese momento se me vino encima, aplastándome, la otra mesa pringosa cuyo mantel de hule, gris, manchado, con migas casi siempre o restos de comida si era después del almuerzo. Los bordes del mantel chorreados casi percudidos, me costaban vigorosas friegas con esponja y demás yerbas. Otra vez me devastaron esas mesas inmensas, desoladoras del comedor comunitario. Todas las mañanas desde las ocho me exiliaba allí, en mis hermanos menesterosos.De buen ánimo caminaba hacia el lugar del desconsuelo, a servir el desayuno, después el almuerzo, para ser nosotros sin guión intermedio.Era un lugar privilegiado, samaritana me sentía. Por  un tiempito sentíamos ese lugar como punto de encuentro saliendo cada uno de sus bordes... encontrábamos en el otro al semejante. El almuerzo era lo nuestro experimentando la sensación de que estábamos en casa.            

domingo, 10 de noviembre de 2013

El regalo

                                                                                         No sé si todo es dios.
                                                                                         No sé si algo es dios.
                                                                                         Pero toda palabra nombra a dios:
                                                                                                                            Roberto Juarroz                        


Me rondan burlones los 67 años, próximos a cumplir. Yo canté maravillas cuando estrené los 21. Durante años acaricié dulcemente ese día para salir corriendo con tanta desesperación por tanto anhelo postergado.Con amor sincero había amasado sin olvido el trabajo y la entrega por mi familia, gracias al DNU  que emitió mi papá cuando por los 15 años, con valentía le avisé que estaba enamorada de Jesús y quería servirlo en la vida religiosa. El lema en casa era obedece y serás  feliz.  Ellos no comprendieron, tampoco lo aceptaron y mi decisión quedó arrinconada hasta que fuera mayor de edad, no te vayas, nosotros te hemos amado y ahora te vas. Y la vida siguió con sus cuatro estaciones. En la sangre tibia de la espera Él plantó todas las vides, con la alegría del esfuerzo que sería recompensado. En mi casa aguardaba junto a la tristeza callada de mamá, a mis hermanos que saltaban en sus juegos infantiles y a  papá serio, dolido. Llegó el 1° de enero, me despedí de los míos y salí a toda prisa tras el novio, subí al tren y a misionar a Mendoza. Rechacé las lágrimas, atrás  hermanos, atrás padre y madre, el estómago se retorcía, tragué saliva, supliqué Jesús dime la verdad...Me puse de pie y busqué a las otras hermanas que animadamente conversaban entre ellas mientras pensaba ¿la vida va a cambiar?¿Quién me envía? El cielo y la tierra cruzados hasta hoy en el centro de mi corazón.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Desde la cama

Este último tiempo he pasado muchas horas acostada. De espaldas, sin música, ni tele, ni radio. El cuarto da a la vereda y ahí me estaba quietecita, sin hablar, sin dormir.Solo rezaba o escuchaba las voces de la calle o el canto taladrante y abrumador de pájaros desconocidos... bocinazos intemperantes, gritos prepotentes, me golpeaban sin tregua las estentóreas propagandas políticas con su : vote la gente de ...boleta n° cada tanto volvían, no había mesa tendida, ni pavos para navidad... todos los hoteles estaban llenos, no había lugar en ninguna parte, en todos los vagones se había instalado el tiempo de la desolación, ni chillaban las muecas en los espejos. Sentíame a la intemperie sin manta ni cobija,  ¡con lo bien que me vendría resfriarme!.Las sombras todopoderosas ganaban el cuarto según el remedio del sol. Empujando km a km a la otra orilla del día, recibía con ternura la llegada de la noche,


 casi lista para dormir...


Comenzar cada día consistía en verificar el estado de la jaula, controlar la puerta y no desalentarse ante la cansadura que se abría como un páramo, sin árbol pa rascarse, ni agua pa solazarse. El llano tibio, liso, sin estridencias ni variaciones. La rutina no era de plastilina ni las horas tampoco, el hermano cuerpo no daba pa más. El llano no aparecía como una trampa, otro día jugaríamos, hoy no. Desoía el trajín callejero... imaginaba esas cartas que nunca me animé a mandar, hilvanaba otras historias de la época del convento y hacía los reclamos tardíos e inútiles a mis hermanas monjas o me dejaba ganar por este silencio que me llevaba a todos los sitios o a ninguna parte. Recordaba sin pisotear, amaba con memoria cada porción de ese pasado y de este siendo, sin decir nada, pero clamando sin aflojar ni permitir que me gane la indiferencia o el desánimo.


Ahora paso más tiempo levantada y me acuesto en turnos rotativos, pero con menos culpa. No sé cómo
será esta nueva etapa aun así digo sí con el corazón dispuesto, manteniéndome unida a todos esos despojados que de pie gritan que se puede hacer mejor este mundo de cielos azules y millares de golondrinas mirándonos cómo trabajamos por la unidad fraterna que todavía no encuentra su nido.